Trabajo híbrido: ¿desencadenará una gran depresión del bienestar?
07 Oct 2022
Las vacaciones de verano han proporcionado un valioso tiempo de reflexión a los responsables de las empresas que buscan afianzar las políticas de trabajo híbrido. Un reciente informe de Gartner calculó que el 81% de la mano de obra elegible operaría con un modelo de trabajo híbrido o remoto en los próximos años. Por tanto, las organizaciones deben cambiar y ser más flexibles.
Mientras el debate sobre la vuelta a la oficina hace estragos, me preocupa que no se tenga suficientemente en cuenta el bienestar a corto y largo plazo de las personas más importantes: los empleados. Me preocupa que nos dirijamos a una gran depresión si no se controla. Y que, en última instancia, esto provoque pérdidas de productividad.
No me refiero a una larga recesión financiera, aunque es probable. En cambio, me refiero a la infelicidad general que sienten quienes se animan a trabajar fuera de la oficina sin el apoyo técnico y emocional necesario.
Porque por lo que he leído, visto y oído, la mayoría de los líderes empresariales están actualmente más centrados/preocupados en impulsar la eficiencia y mejorar la productividad. Además, muchos directivos que se ven obligados a adoptar un modelo de trabajo distribuido no tienen las habilidades necesarias para llevar a cabo su tarea principal: la gestión del personal.
Aunque todo esto puede parecer obvio, en los artículos sobre el trabajo híbrido rara vez se habla del posible impacto psicológico en quienes están al otro lado del portátil.
Por ejemplo, un reciente artículo del Financial Times mostraba que sólo el 12% de la gente vuelve a la oficina los viernes, y ciertamente parece que el jueves es el nuevo viernes. Pero obligar a los empleados a estar en el lugar de trabajo un número determinado o ciertos días es demasiado rígido.
Cada persona es diferente, y lo que funciona para un dirigente no será lo mismo que para un joven de 23 años que comienza su carrera. Del mismo modo, las noticias que exploran el probable impacto en los servicios locales, si el uso de las oficinas disminuye, no abordan la cuestión más importante para mí.
Escuchar y aprender de los empleados
Por supuesto, nuestra forma de trabajar simplemente tiene que evolucionar. Estos cambios se han visto espoleados por los acontecimientos de los últimos tres años. Pero tomarse el tiempo de ver las cosas desde la perspectiva de un recién graduado -o, mejor aún, escuchar sus deseos y necesidades- podría ayudar a los líderes empresariales a crear una organización más centrada en el ser humano.
Los jóvenes, especialmente los que se incorporan a la vida laboral, corren un riesgo especial si su empleador utiliza un modelo híbrido o totalmente a distancia. Durante el periodo fundacional en el que más valorarían la tutoría y la formación cara a cara, además de aprender valiosas habilidades por ósmosis en un próspero entorno de oficina, se encuentran en cambio encaramados en el extremo de sus camas y reunidos con sus colegas de forma virtual.
Sin duda, se perderá la experiencia en el lugar de trabajo que se disfrutaba antes de la pandemia. Con la limitación de las interacciones sociales y de los vínculos de equipo, además de la restricción del desarrollo profesional, el trabajo híbrido puede ser un lugar solitario. Si no se cambia este rumbo, los líderes del mañana carecerán de experiencia en el mundo real: ¿podría ser que tengamos una generación perdida de líderes? Espero que no.
Muchas organizaciones se plantean la posibilidad de trabajar a distancia. Sin embargo, creo que esta audaz medida sería contraproducente para la salud de los empleados a largo plazo. Dañaría su bienestar, lo que, a su vez, afectaría a la productividad y a la rotación de puestos de trabajo. Además, contribuirá poco al desarrollo de la carrera profesional y a la creación de equipos, lo que pone en peligro el futuro de la empresa.
No veo que las grandes organizaciones se pongan en contacto con sus empleados para entender cómo se las arreglan para trabajar desde casa o fuera de la oficina. A medida que las empresas se apresuran a cristalizar las nuevas políticas laborales, la brecha entre empleador y empleado se amplía.
Ampliar la brecha
Es probable que los líderes empresariales que toman las grandes decisiones al respecto tengan grandes casas y trabajen desde su despacho, loft o segundo dormitorio. Sin embargo, las personas que se verán más afectadas no tendrán ese lujo. Encenderán sus portátiles en la cocina o incluso en la cama. No habrá transición para ellos entre el trabajo y el hogar. No tendrán el enriquecimiento mental y vital que supone pasar aunque sólo sea dos días a la semana en una oficina.
A menos que los departamentos de recursos humanos y los directivos se den cuenta de este peligro potencial, esa falta de interacción física y de desarrollo profesional hundirá a más personas en un estado de depresión y ansiedad. No pretendo ser psicólogo, pero todos podemos fijarnos en la gente que nos rodea para ver cómo se desarrollan las cosas
Las conversaciones y las reflexiones sobre el trabajo híbrido deben girar menos en torno a la productividad o a la reducción de los costes y el espacio de las oficinas, y más en torno a garantizar que los empleados tengan el apoyo técnico y emocional necesario para ser productivos. En última instancia, la interacción humana siempre será mejor que la interacción informática. Sin duda, si la gente está contenta, el resultado será la productividad.
Parece que algunos líderes empresariales y miembros de los medios de comunicación están olvidando que los seres humanos son bestias sociales. Espero que, por el bien de la sociedad y especialmente de los que se incorporan ahora al mundo laboral, recuerden lo que nos hace funcionar a todos antes de que se acabe el tiempo.