Cómo la mala gestión de Thames Water eleva la presión sobre los líderes empresariales para que no sean codiciosos
27 Jul 2023
Mientras los británicos se marchitaban bajo una sofocante ola de calor estival a finales de junio, los funcionarios del gobierno discutían -de forma un tanto irónica- planes de contingencia para el posible colapso de Thames Water. El Reino Unido's largest water company, grappling with an overwhelming £14 billion debt, was on shaky grounds, casting doubt on its capacity to service its customers effectively.
Thames Water, que presta servicio a 15 millones de clientes en todo Londres y el sureste de Inglaterra, ha sido objeto de crecientes presiones debido a su terrible historial en materia de fugas, contaminación de aguas residuales, remuneraciones exorbitantes de los ejecutivos y abundantes dividendos para los accionistas.
Sarah Bentley, su Consejera Delegada durante los últimos tres años, dimitió e intentó suavizar su impacto, diciendo: "Las bases del cambio de rumbo que hemos sentado posicionan a la empresa para el éxito futuro con el fin de mejorar el servicio a los clientes y el rendimiento medioambiental."
Sin embargo, la realidad es muy distinta. Thames Water, propiedad de un consorcio de fondos soberanos y de pensiones, es ahora un paria. Sus accionistas se muestran cada vez más recelosos a la hora de inyectar más fondos en lo que parece ser una organización que se hunde.
Una vez que la noticia de la empresa's plight hit the headlines, public shock quickly turned to disbelief when details about its lack of investment in new systems and unprincipled asset stripping emerged. Es un caso lamentable de lamentable mala gestión que significará que los consumidores probablemente tendrán que desembolsar más por su agua, lo que tendrá un efecto dominó en otras empresas e industrias. En's absurdo, sin embargo, que Thames Water se encuentre en esta situación.
Soluciones más inteligentes
Esta lamentable saga ofrece un oportuno recordatorio de que la mala gestión, la codicia y el pensamiento a corto plazo tienen graves repercusiones. Sin embargo, el fiasco de Thames Water es más que un cuento clásico de mala gestión empresarial; es's una cruda advertencia de las nefastas consecuencias de no invertir en innovación ni utilizar los recursos disponibles con más criterio.
Existen otros ejemplos. Por ejemplo, a pesar de la abundancia de recursos hídricos en el país, desde el pasado mes de agosto está en vigor en Cornualles la prohibición de utilizar mangueras. ¿Cómo puede ser? Allí baja mucha agua de las colinas y es probable que los páramos actúen como una esponja. Además, el condado está rodeado de agua.
Del mismo modo, estaba en Devon cuando se prohibieron las mangueras hace unos meses. Llovía como si no hubiera un mañana. El agua se precipitaba. Toda esa agua dulce no se captaba sino que corría hacia el mar.
Estas situaciones son desconcertantes, dado que debe haber soluciones más inteligentes para paliar este reto. Las prohibiciones demuestran la urgente necesidad de una mejor gestión del agua y una utilización más eficaz de los recursos.
La saga de Thames Water también saca a la luz la sombría realidad de la contaminación del agua. Las anécdotas de bañistas que evitan determinadas playas debido a los vertidos de aguas residuales ponen de relieve un problema más amplio que no se limita únicamente a Thames Water.
De hecho, una inspección más detenida de otras compañías de agua puede revelar hallazgos igualmente alarmantes. Además, la indignación colectiva dirigida contra Thames Water es quizá un anticipo del brutal juicio que espera a otras empresas que sigan un camino similar.
Mezcla tóxica
Los líderes empresariales deben encontrar un cuidadoso equilibrio entre fomentar el crecimiento de la empresa y evitar una codicia excesiva, al tiempo que invierten continuamente en innovación. Existe un paralelismo desconcertante entre el escenario actual y los abusos del trabajo infantil que fueron noticia hace algunos años. Ambas situaciones describen un flagrante desprecio de las responsabilidades éticas con la búsqueda subyacente del beneficio, sin tener en cuenta las consecuencias más amplias.
Hoy, la crisis de Thames Water es un duro recordatorio de que los líderes empresariales ya no pueden ignorar el sentimiento público y las voces de los consumidores. Las empresas que incumplan sus obligaciones éticas se enfrentarán inevitablemente a la ira de sus clientes, y de otros, incluso si los efectos no son'no sean inmediatamente evidentes. En esencia, Thames Water puede ser sólo la primera ficha de dominó en caer en lo que podría convertirse en una exposición más ampliaé de codicia y mala gestión empresarial.
Este giro de los acontecimientos también presagia un inminente endurecimiento de la normativa. La avaricia y las prácticas poco éticas no tienen cabida en nuestra sociedad, especialmente en industrias críticas para el bienestar público. No actuar ahora de forma responsable tendrá sin duda graves consecuencias financieras dentro de poco si no se cambia de rumbo.
En última instancia, la mezcla tóxica de codicia excesiva, falta de previsión y mala gestión hundirá no sólo a una empresa's reputación, sino también su cuenta de resultados. En's hora de que las empresas presten atención a la advertencia, demuestren un liderazgo ético y se comprometan con la innovación sostenible, no sea que se encuentren navegando por su propia crisis en un futuro no muy lejano.